lunes, 29 de julio de 2013

Lecturas felinas

Hace muuuucho que no escribo por aquí, para el ritmo, más o menos constante, que llevaba de publicaciones en los últimos meses. Pero tengo una buena excusa: reformas. TA-CHÁN.
Esa actividad que, cuando se empieza, es con ilusión, pero nunca resulta tan sencilla como se espera, ni tan rápida como se calcula y además deja agotado al que se mete en ella durante más tiempo del que ha durado la actividad en sí. Al menos a mí me ha dejado para los leones.

Mientras tanto, he seguido leyendo, claro. Menos, porque he tenido menos tiempo, menos insomnio y menos claridad mental (esa drogaína mala...) así que los libros que han pasado por mis manos en estas semanas han sido menos de los que hubieran pasado en un período similar de tiempo, pero más normal de actividad.

Han sido varios, como digo, pero aquí voy a resaltar 3 de mis lecturas: 2 libros y 1 cómic.

Uno de los libros ha sido "Algunos muchachos y otros cuentos", de Ana María Matute: para rachas "diferentes", nada mejor que un libro de relatos. Y pocos relatos se pueden leer mejores que los de Ana María Matute, auténtica maestra, sobre todo cuando se pone a narrar la infancia y juventud de sus personajes.


Los relatos aquí recogidos narran infancias especialmente duras, algunos, y el terrible paso de la infancia a la juventud, otros.
¿Quién ha salido indemne de esa transición?
Como digo en el título, voy a hablar de lecturas sobre gatos, así que me centraré en uno de los últimos relatos de esta recopilación: "Fausto". Una narración de la última parte de la infancia (especialmente dura) de una niña, que cuenta en qué momento exacto empieza su paso a la adolescencia, a la madurez. El descubrimiento de la maldad, del dolor.
Para los que nos gustan los animales es una lectura dura, te encoge el corazón, te lo hace pasar mal. Pero tiene una enseñanza brutal: tal como tratamos a los animales a los que quieren, aprenderán los niños a tratarnos a nosotros. No se puede predicar piedad y el respeto con las palabras, y con los actos apedrear perros. Porque lo que se aprende es, por imitación, la parte que corresponde a esos actos. Las palabras se las lleva el viento, sobre todo si se contradicen con lo que hacemos.


El otro libro ha sido un estupendo descubrimiento. Conocía, de refilón, a Colette,
una revolucionaria de finales del XIX - principios del XX, que tuvo una actitud provocadora para la época en que vivió, y resultó una fantástica escritora.
El título "La gata", por supuesto, me atrajo como un imán. Si tenía que empezar por algún libro con Colette, sería por éste.
Eso estaba claro.

En las páginas de esta edición de 1.970 (que se dice pronto), pero bastante bien conservada, he descubierto a una estupenda escritora.
Pero no he podido dejar de sobar a mis gatas (sobre todo a Mariana, que es la que más a tiro se me pone para el mimoteo) durante toda la lectura. Imposible.
Porque me he sentido identificada desde las primeras páginas con Alain y, por tanto, también desde esas primeras frases, he aborrecido a Camille. Parece que los que queremos tanto a nuestros compañeros felinos somos "modernos raros", pero aquí queda demostrado que la cosa viene de, como poco, hace más de un siglo.
La denuncia, es decir, que quien es capaz de hacer daño voluntariamente a un animal es un monstruo, se suma a las dudas de quién tiene prioridad en nuestros afectos, y pone de manifiesto lo que debemos plantearnos antes de convivir o adquirir compromiso con otro humano.

El cómic del que hablaba al principio es muy divertido. Con el título ya uno se lo puede esperar: "Cómo saber si tu gato planea matarte". Como si todos los humanos que convivimos con felinos no lo tuviéramos clarísimo.
Pero el título no resume la idea, para nada: hay un apartado dedicado a dar pistas para sospechar o no de las intenciones de nuestro minino, pero aquí hay más, mucho más. Sobre todo diversión. Para esa diversión se vale de, por ejemplo, Los Bobcats, dos gatos oficinistas, narrando una semana tipo para ellos (y sus compañeros humanos de trabajo). Genial el baño mixto humanos-felinos. Y el detalle del pixelado en las escenas de limpieza... ehm... ocular.


El broche de oro lo pone una comparación fantástica entre tener un hijo y tener un gato. Adivinad cuál es la opción ganadora.
Absolutamente recomendable, sobre todo para quienes convivimos con gatos.
Ojalá haya una segunda parte pronto.